Las hepatitis víricas constituyen un conjunto de patologías agudas y crónicas del hígado debidas a infecciones producidas por 5 virus diferentes que comparten un fuerte tropismo hacia los hepatocitos. Estos virus pertenecen a 4 familias distintas (Picornaviridae, Hepadnaviridae, Flaviviridae y Hepeviridae) quedando uno de ellos sin clasificar. Atendiendo a su epidemiología, se agrupan en 2 categorías: virus de transmisión entérica y virus de transmisión parenteral-sexual.
Aunque las formas agudas suelen cursar de forma autolimitada en la mayoría de los casos, las formas crónicas son las más importantes desde cualquier punto de vista, ya que se prolongan de por vida y evolucionan con moderada frecuencia hacia la cirrosis hepática y el carcinoma primario de hígado, y constituyen la causa más frecuente para el transplante hepático.
De los cinco virus hepatotropos (A, B, C, D y E) ,unicamente los virus VHB y VHC son capaces de establecer infección crónica, siendo el VHD un caso especial dado que necesita de la presencia de VHB y por tanto se presenta siempre en el contexto de una infección crónica por VHB. Por tanto, desde el punto de vista del impacto sanitario son los virus VHB y VHC los que cobran especial relevancia, en especial el VHC teniendo en cuenta que cronifica con mayor frecuencia.
En el caso del tratamiento convencional de la hepatitis aguda viral es sólo sintomático: dieta según tolerancia, tratamiento con agentes antivirales en el caso de B y C pero no hay tratamiento específico, salvo el uso de interferón alfa en hepatitis C por el alto riesgo de cronicidad.